domingo, 3 de febrero de 2013

El milagro de un taburete



La metáfora del taburete le dio nombre a lo que llevaba buscando años:
- Mejorar yo misma
- mejorar las relaciones con los demás, las relaciones grupales.
- Aportar algo de mejora a este mundo.

Llegué al master desde dos mundos que me generaban ligera esquizofrenia, y que me producen alamas-barrera cada poco:

el mundo de las organizaciones sociales y políticas  desde una herencia de lucha que anulaba y no era capaz de gestionar la emocionalidad de las personas y las relaciones de poder no explicitas que existen en los grupos, y que tiran abajo una y otra vez todos los procesos que cuesta tanto sacar adelante.

desde la vivencia de la búsqueda, sobre todo de mi madre, entre un mundo que se decía de crecimiento personal (y a veces lo era, y otras no) que en muchas ocasiones me parecía para una élite aburrida y acomodada que no dejaba de mirarse el ombligo y generar espacios que me hacían sentir una batidora emocional sin sentido.

Llegué con la creencia firme de que lo individual y lo social tenían alta relación de causa-efecto, y que las emociones sin resolver enferman.

Agradecí esta silla para poder sentarme a conocer el arte de gestionar el mundo emocional que sino construía, por lo menos, influía mucho en individuos y sociedades.

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